viernes, 19 de febrero de 2010

Botones obedientes, el ritmo lento de la cremallera, caricias que no piden permiso.
Cierro los ojos y dejo mi mente en blanco, ¿Rojo? Mejor en negro.
Puedo sentir cada centímetro de mi cuerpo, un susurro al oído, un beso en el cuello y mi piel se pone en guardia. Un dedo repasa mis labios, mi lengua investiga y saborea. Zigzaguea húmedo hasta mis pezones, los bordea y lo pellizca con suavidad. Adivino unos labios bajando por mi vientre, despacio, recreándose en mi ombligo. Paseándose dulcemente en mis braguitas, millones de partículas fluyen dentro de mí. Un suave roce avanza por el interior de mi muslo, cómplice de mis deseos se cuela entre mis piernas.
Me acaricia, me hace estremecer, mi excitación se desborda. Muerdo mi labio inferior, mis manos apresan las sábanas, aprieto mis nalgas, suspiro entrecortadamente, me entrego a la más bella agonía y siento que voy a explotar.

EL blanco lo inunda todo, sólo escucho un lejano tic-tac. Siento que floto.

¿Cuánto tiempo llevo aquí? Veo una puerta, se abre y siento un hormigueo. Algo me empuja hacia ella: Es el latido de mi corazón.
Ven aquí, abrázame.

jueves, 11 de febrero de 2010

Parnasiana mujer

Te quiero porque tienes  las partes de la mujer en el lugar preciso  y estás completa. No te falta ni un pétalo,  ni un olor, ni una sombra.
Colocada en tu alma,  dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo,
leche de luna en las oscuras hojas.
Quizás me ves,  tal vez, acaso un día, en una lámpara apagada, 
en un rincón del cuarto donde duermes,  soy la mancha, un punto en la pared,  alguna raya que tus ojos, sin ti, se quedan viendo.
Quizás me reconoces como una hora antigua cuando a solas preguntas, te interrogas  con el cuerpo cerrado y sin respuesta.  Soy una cicatriz que ya no existe,  un beso ya lavado por el tiempo,  un amor y otro amor que ya enterraste. Pero estás en mis manos y me tienes  y en tus manos estoy, brasa, ceniza, para secar tus lágrimas que lloro.
¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras me dirás que te amo? Esto es urgente porque la eternidad se nos acaba. Recoge mi cabeza. Guarda el brazo con que amé tu cintura. No me dejes olvidada
Otra vezzzzz
Dime por favor donde no estás en qué lugar puedo no ser tu ausencia  dónde puedo vivir sin recordarte,
y dónde recordar, sin que me duela. Dime por favor en que vacío, no está tu sombra llenando los centros;
dónde mi soledad es ella misma, y no el sentir que tú te encuentras lejos. Dime por favor por qué camino, podré yo caminar, sin ser tu huella; dónde podré correr no por buscarte, y dónde descanzar de mi tristeza. Dime por favor cuál es la noche, que no tiene el color de tu mirada; cuál es el sol, que tiene luz tan solo, y no la sensación de que me llamas.
Dime por favor donde hay un mar, que no susurre a mis oídos tus palabras. Dime por favor en qué rincón,
nadie podrá ver mi tristeza; dime cuál es el hueco de mi almohada, que no tiene apoyada tu cabeza.
Dime por favor cuál es la noche, en que vendrás, para velar tu sueño; que no puedo vivir, porque te extraño;
y que no puedo morir, porque te quiero.

sábado, 6 de febrero de 2010

Sólo he comenzado a recordar a uno de esos tipejos que se cruzan en la vida de una mujer; la piel se me puso arrosuda y me vino en gana no escribir más cosas bonitas.

Aún guardo su primer número celular y mi mochila arhuaca. Recuerdo desgraciadamente ese primer café, el primer almuerzo, cursimente el primer beso y si, también mi primera vez.

viernes, 5 de febrero de 2010

Otra vez para ella, la que sabe por qué

Ella, la más salaz, sangra en la luna, y sabe del honor de merecer la gracia de los dioses y el castigo de ser mujer. Ella, la más salaz, bebe esta gracia y goza el paraíso del infierno: entre las llamas arde, se consume, y es esta condición, desesperada, la que nos une.

La limpia seducción es una enfermedad, y tú lo sabes. La más limpia inclusive es la más visceral, y tú lo sabes...Ardemos hasta el punto de la consumición, y cuando ya el dolor destruyó nuestros cuerpos, ahí donde creemos que ya no hay nada, como un virus fatal brota el deseo. En la luz del dolor arde una llama.

Que el fuego del amor por siempre nos devore.
Que el fuego del amor nos ilumine y nos condene.

En la noche, tu nombre, una flor encarnada, abre su resplandor, enardecido: el cuarto se ilumina y su fulgor ciega mi entendimiento y su sentido. No sirven las palabras, no funcionan para decir aquello que sentimos.

¡Qué pésimo lenguaje, tartamudo! (El de la poesía, incluso.)
La única elocuencia: La de tu lengua.

El paso hacia el amor es sobre brasas, y andas en llamas y nada duele más: El paso del amor es sobre llamas. Al igual que la carne, yo era débil: no opuse voluntad a la pasión. Ella, la más salaz, arde en las llamas del deseo, sin importar su voluntad.

¡Qué terrible destino el del instinto! ¡Qué terrible destino en las frágiles ansias del muy civilizado!
¡Qué delirante paradoja! ¡Y pensar que el hambriento tan sólo piensa en devorar!
Mentira:
El centro de la dicha no era miel; no era miel sobre hojuelas: ni siquiera era miel... El centro de la dicha era fuego y ardor; ardor sin fin y llagas, y el corazón te duele... si tienes corazón...El centro de la dicha lo palpas dulcemente pero su nombre es brasa; su signo: Intensidad.

Tu corazón está donde tu boca lame, gusta, deshiela. Lo demás no ha existido: es tan sólo un pretexto de la canción. Lo sabes, lo sabemos, y a veces lo podemos balbucir: la herida que te duele y por la cual respiras es una condición para vivir.

En tu corazón, guárdame, en tu deseo más salaz, y no hagas caso a las promesas. El que promete, nada da.
Todo lo que se cumple, se da sin más. No hay que confiarse a la felicidad,  pues la felicidad es un relámpago en medio de la espesa oscuridad. Cuando la más salaz se recuesta en mi pecho, queda una quemadura como recuerdo.

Arde el amor, escuece, quema, como un chorro de alcohol en la herida profunda que no cierra. Ella, la más salaz, habita el más ardiente firmamento, el que con tinta negra aquí trazó la mano oscura del deseo. El otro cielo, ella lo llena con su luz, ella lo baña con su fuego.