lunes, 21 de junio de 2010

Mirarme hoy es ponerse más triste que una calle a la que el viento hubiese dejado sin visillos. Es ser como una alcoba sin camas habitables, como un tejado roto que asustara los nidos. Me miras y te afliges y quieres acercarle la memoria a mis ojos de nuestro tiempo vivo. Hoy tengo la esperanza color de algunos árboles, de aquellos que en otoño se mueren de amarillo.

No sé dónde ponerme los huesos en la carne, cómo esconderle al pecho su largo pasadizo. Mirarme hoy es ponerse más triste que una clase sin tiza y sin pupitres, donde no hubiese niños. Confieso que te quiero más que nunca esta tarde, hoy que tiemblas de miedo junto a mi maleficio. Tus ojos se me entregan com el rostro de un parque donde, nuevos, los sauces emigraran de sitio.

Me miras y sostienes un pájaro en el aire, el cielo respirable que me ha sido prohibido. Tus manos me consuelan con su fruta abundante, van sanándome dentro más despacio que un siglo. Miras como ofreciendo tus ojos inyctables, tus ojos enfermeros frescos como un racimo. Mirarme hoy es ponerse más triste que un paisaje donde nunca las ramas despertaran de mirlos.

Y yo, porque te amo, me oculto en este traje de sábanas que lavan su muerte los domingos. Me asomo a tus dos ojos como a dos ventanales. Confieso que te quiero como nadie me quiso.

Porque tú, que me miras, ya no encuentras a nadie. Nadie que me conozca puede decir que existo.
Acuden a mis ojos tus ojos a llorarme.
Llegas a despedirte. 
Te has mentido, amor mío.

sábado, 19 de junio de 2010

-Ya no escribo-

Qué diera al mediodía por no ser yo, fijarme en otras cosas, desentrañar con garfios las íntimas razones de cualquier otra mujer sentada en la plaza pública, explicar aquel traje que avanza contra la voluntad obesa de su dueño; la risa desmontable del globero, la cicatriz humanizando apenas el muslo acitronado de la recepcionista. Qué diera lo que resta de la tarde por un ojo de mosca, multiplicado obsceno vouyerista de ajenas percepciones, que un polizón me diera una conciencia nunca antes martajada —por ejemplo la mía. Pero no tengo sino esta vista gorda, algo como ambición de caballo placero, unos zapatos grises que renuncian cada trescientos días, una barba postiza este cuaderno y un billete doblado en cuatro partes...dormitando la inocencia entre los senos de alguna persuasible que pagará la cuenta.

Y al final no escribo nada.

Llevo noches corrigiendo balbuceos podridos desde el útero, alimentando de palabras al reptil que gira en mi cerebro y lo envenena. Aborto ideas antes de concebirlas en tanto el primer verso devora a los siguientes en un afán caníbal de silencio. Debajo de mis párpados los sueños, justo antes de soñarlos, se vuelven pesadillas que jamás recuerdo y me despiertan temblando sin memoria, inquilino de un cuerpo que disuelve la noche sin saberlo.

jueves, 17 de junio de 2010

Tengo que darles una noticia negra y definitiva: todos ustedes se están muriendo.
Los muertos, la muerte de ojos blancos, las muchachas de ojos rojos volviéndose jóvenes, las muchachas ,las madres, todos mis amorcitos. Yo escribía  y dije amorcitos -digo que escribía una carta, una carta ,una carta infame- pero dije amorcitos estoy escribiendo una carta. Otra será escrita mañana.
Mañana estarán ustedes muertos y  la carta intacta, la carta infame también está muerta; escribo siempre y no olvidaré tus ojos rojos, es todo lo que puedo prometer, tus ojos inmóviles tus ojos rojos. Es todo lo que puedo prometer. Cuando fui a verte tenía un lápiz y escribí sobre tu puerta: Esta es la casa de las mujeres que se están muriendo, las mujeres de ojos inmóviles, las muchachas de ojos rojos. Mi lápiz era enano y escribía lo que yo quería. Mi lápiz enano mi querido lápiz de ojos blancos; pero una vez lo llamé el peor lápiz que nunca tuve (menos mal no oyo) No oyó lo que dije no se enteró, sólo tenía ojos blancos. Luego besé sus ojos blancos y él se convirtió en ella y la desposé por sus ojos blancos y tuvimos muchos hijos...Mis hijos o sus hijos.
Cada uno tiene un periódico para leer -los periódicos de la muerte que están muertos- sólo que ellos no saben leer porque no tienen ojos, ni rojos, ni inmóviles, ni blancos. Siempre estoy escribiendo y digo que todos ustedes se están muriendo pero ella es el desasosiego y no tiene ojos rojos: Ojos rojos, ojos inmóviles.
Bahhh no la quiero.

Me vale huevo

Hoy a las cinco y treinta de la tarde el patio de atrás de mi jardín en ruinas era el paraíso que menciona La Biblia. No tuve duda dello al sentir las caricias de la brisa y del sol sobre mis brazos y espalda. Los pájaros cantaban en lo alto de los árboles y las flores lucían sus colores pavoneándose. Al acercármeles las lagartijas no huían y me miraban más bien estupefactas, casi desafiantes. No titubeé en probar la manzana madura que el Diablo me ofrecía. Lo vi llegar vestido de cantante de rap: pantalones a la rodilla y tenis, gorra con visera hacia atrás. No tuve miedo. Era tan dulce su sonrisa y era tan simpática. Otras veces lo he odiado y le he tirado piedras. Lo he golpeado con mi cartera y lo he perseguido con la escoba. Pero hoy, un día jueves del mes de Junio, mi patio era un sueño que se imponía al mundo y los copos de luz cubrían las hojas; los muros derruídos quedaban traspasados por sus rayos infinitamente frágiles.

Miré al diablo y no quise agredirlo de nuevo asi que acepté la manzana, que era roja igual que nos la ilustran los pintores del Renacimiento europeo. La probé y era suave y tuve pena del Diablo y su destino. Que mal, todo lo que él quería que yo hiciera me parecía aburrido. Nada podía comparárse a la luz y a la brisa entretejidas sobre mi piel, hoy a las cinco y treinta de la tarde en mi jardín cerrado entre muros antiguos. Lo miré tristemente y me encogí de hombros y él se fue maldiciendo calle abajo con el rabo metido entre las patas. Eran las cinco y treinta de la tarde.

sábado, 12 de junio de 2010

Estoy condenada a destripar el corazón de las arañas,a poner los dedos dentro de la caldera de una flor. Estoy arrestada en las prisiones de una lágrima con cuchillos. Mastico el cuesco amargo de un día oscuro y paseo en la niebla sucia que destapa a los caballos en los campos.
Me he hecho débil como una copa sin vino, que ni esta canción me pertenece completamente. Y después, arribará el diablo vestido de mujer, ofreciéndome pan, versos en ediciones de lujo, zapatos incendiados en la boca poderosa de una estrella, autógrafos anónimos para que nadie me encuentre, kilos de juventud esparcida en piernas y manos. 
Y así se me presentará el diablo, vestido de mujer, guiñándome el ojo varias veces, seduciéndome con un beso que recorra mi sexo y pecho, mas no sacará nada, nada podrá arrebatarme, porque en las arañas de este cuarto húmedo, ya he tenido mi abundante infierno.