viernes, 19 de febrero de 2010

Botones obedientes, el ritmo lento de la cremallera, caricias que no piden permiso.
Cierro los ojos y dejo mi mente en blanco, ¿Rojo? Mejor en negro.
Puedo sentir cada centímetro de mi cuerpo, un susurro al oído, un beso en el cuello y mi piel se pone en guardia. Un dedo repasa mis labios, mi lengua investiga y saborea. Zigzaguea húmedo hasta mis pezones, los bordea y lo pellizca con suavidad. Adivino unos labios bajando por mi vientre, despacio, recreándose en mi ombligo. Paseándose dulcemente en mis braguitas, millones de partículas fluyen dentro de mí. Un suave roce avanza por el interior de mi muslo, cómplice de mis deseos se cuela entre mis piernas.
Me acaricia, me hace estremecer, mi excitación se desborda. Muerdo mi labio inferior, mis manos apresan las sábanas, aprieto mis nalgas, suspiro entrecortadamente, me entrego a la más bella agonía y siento que voy a explotar.

EL blanco lo inunda todo, sólo escucho un lejano tic-tac. Siento que floto.

¿Cuánto tiempo llevo aquí? Veo una puerta, se abre y siento un hormigueo. Algo me empuja hacia ella: Es el latido de mi corazón.
Ven aquí, abrázame.

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