miércoles, 18 de noviembre de 2009


...No se oyen pero escuchan. Están sentadas en la parte de atrás. Cuando por fin alzan la mano, descubren el rostro de una palabra con ojos de liebre asustada que huye de las cocinas, de los cuartos y las salas para asomarse -aunque sea por un instante- a un lugar sin paredes pero con alma...

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